En una reciente publicación de la prestigiosa revista New Zealand
Journal of Botany, un equipo internacional de científicos puso su
atención en el queule, árbol endémico de nuestro país también conocido
como Gomortega keule. En el estudio, donde también participó un
académico chileno, dos poblaciones geográficamente cercanas fueron
analizadas con marcadores moleculares, obteniendo como resultado la
existencia de una diferenciación genética entre los dos grupos de
árboles, que se debería a sucesos ocurridos hace más de 900 años, muy
probablemente miles de años atrás.
“La explicación más común
para la separación entre poblaciones era la influencia del ser humano,
pero las actividades agrícolas y de extracción en la zona no tienen más
de 200 años en la zona donde crece este árbol”, indicó el Dr. Diego
Muñoz, uno de los autores del trabajo e investigador de la Universidad
Católica del Maule.
Aunque parezca raro, la razón más completa
que ahora tiene la ciencia para la antigua diferenciación de las
poblaciones del queule, es la extinción de grandes animales como el
Cuvieronius hyodon, especie de elefante que habitaba en todo Chile
central y que no sólo consumía hojas sino también frutos.
“Y es
aquí –señalaron los investigadores– donde hacemos la conexión con el
queule, pues el fruto de este árbol tiene una pulpa abundante y
comestible, con una semilla protegida dentro de una cubierta muy dura,
resistente al daño por masticación. Sin embargo, actualmente no hay
animales nativos del país que consuman el fruto y dispersen su semilla,
lo que era una función muy importante realizada por la megafauna
extinta”, expresó Muñoz.
Se podría pensar entonces que el queule es una especie que se enfrenta de forma natural a la extinción, sin embargo, advierten los científicos,
todavía se puede salvar y utilizar como frutal. La protección de los
árboles de queule no sólo es importante por su valor patrimonial sino
también porque estos contienen información genética que Chile podrá
utilizar para desarrollar esta especie como un nuevo cultivo. Por otro
lado, la sustitución del bosque nativo en la zona donde el queule crece
ha hecho desaparecer muchos ejemplares y ha dañado a la mayoría de los
árboles, por lo que los esfuerzos de conservación, como los que realiza
Conaf, siguen siendo muy importantes.
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